jueves, 28 de abril de 2011

HISTORIA SIN RETORNO Nº 2- MARIO LEVRERO



Un perro, Campeón. Vivía solo con él y llegó a incomodarme. Lo llevé al bosque, lo dejé atado con una piola que pudiera romper con un poco de perseverancia y volví a casa.

En un par de días lo tuve rascando la puerta; lo dejé entrar.

Se me hizo intolerable; lo llevé a un bosque más lejano y lo até a un árbol con una piola más gruesa (sabía que el defecto no estaba en la piola sino en la fidelidad del animal, quizás tenía la se­creta esperanza de que esta vez no pudiera liberarse y muriera de hambre).

Volvió algunos días después.

Entonces supe que el perro volvería siempre. No me atrevía a matarlo por temor a los remordimientos; y pensé que aunque lograra efectivamen­te perderlo, en un bosque más lejano aún, viviría con el temor constante de su regreso; atormentaría mis noches y enturbiaría mis alegrías; me ataría más su ausencia que su presencia.

Entonces dudé apenas un instante ante la majestad del bosque compacto que se alzaba ante mis ojos -umbrío, imponente desconocido-; re­sueltamente, comencé a internarme, y seguí internándome hasta que, finalmente, me perdí.

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